El museo propone abrazar con cuchillos a la antigua “casa del hortelano”.
Se alza aprovechando la pendiente para mirar hacia la plaza y crear así un acceso por su parte inferior, justo en la conexión de los dos edificios con la inclusión de un patio abierto al exterior. La doble piel unifica la intervención, y permite una adecuada implantación en la plaza, creando una multitud de fachadas que realzan a la Casa del Hortelano.
La pendiente de la plaza se toma como generador de la idea de proyecto. El edificio se estructura con forjados inclinados que comunican los distintos niveles.
El edificio se construye en vidrio, acero inoxidable y hormigón, donde se provocan las transparencias entre las salas, los espacios de comunicación y el exterior. La piel del edificio es a su vez una doble piel, paneles de vidrio serigrafiado en la parte exterior y una plancha metálica perforada en su lado interior, con una subestructura de montantes horizontales intermedia de acero inoxidable. Los reflejos de los árboles, las distintas tonalidades durante el día, y la luminosidad del interior de las salas, convierten a los materiales en una rica sucesión de veladuras que envuelven al edificio.
La construccion , la forma material y visual del edificio forman un todo. El edificio es justo como lo vemos y lo tocamos; tal y como lo sentimos bajo nuestros pies. La exhibición de cuchillos se beneficia de estas premisas y de esta presencia sensual de los materiales que definen el espacio.
La intervención en el entorno se muestra dialogante con el edificio. Se producen sombras arrojadas como una malla que se superpone al arbolado existente. Recorridos continuos, sucesión de materiales drenantes, un pequeño canal de agua que acompaña al recorrido, con la finalidad de hacer brotar sensaciones.